Poemas de Lucas Paulinovich

Lucas Paulinovich nació en Venado Tuerto, Santa Fe. Actualmente reside en Rosario. Desde los 16 años se dedica al periodismo, con participación en distintos medios regionales y nacionales. Forma parte de distintos proyectos culturales y es miembro del espacio de literatura y artes El Corán y el Termotanque. En 2018 publicó A las siete en el sur hirviendo (poesía) por Turba Editorial, y Pampa Húmeda (cuentos) por Casagrande Editorial.

*

Broma seis

Probemos
mordernos las orejas
desde atrás
para decir buen día
estar descalzos
pasarnos la mano por la cara
bostezar antes del teatro
quedarnos quietos
esperantes
que nos mueva el aire
que pellizque y grite
con grito de suma silenciosa
rompamos toda esta excepción
permanente
que otro hábito
nos canse

también estamos
en emergencia.


Broma siete

¿Cuánto tiene que medir la palabra
para hacer que estés acá, sin mi nariz tapada
y los cigarrillos fumados, el invierno que intimida?
¿Tendrá la magnitud de un error? ¿O el volumen
de un ojalá cicatrizado que no deja de brotar?
¿La cara tajeada de una injusticia, el color
desangrado de lo indigno, lo insoportable?
Escribo mariposa por escribir algo
convencionalmente hermoso, aunque es terrible
esa mosca maníaca y estas servilletas pegoteadas
y este otro cigarrillo apagado.

No queda mucho más: esas son las unidades
de mi medida, el ancho solitario
de una palabra.


Poesía

El mundo es demasiado feo y sucio y maloliente
como para invocar el olor dulce de una rosa
sin contar nada del que la arrancó del jardín
y la lució después en el ojal
el mundo es demasiado horroroso y triste y convulso
para decir que hay belleza aséptica
no obstante unas mujeres se mueren de frío
en un penal horrible
y la vida toda se descascara
en muertitos que ni alcanzaron a vivir
el mundo es demasiado hostil y lánguido y sufrible
para inventar nada más que castillitos de cristal
o poner un higo en la corona de las nenas
es demasiado grande
y a veces hasta demencial
para callarlo tanto
es demasiado nuestro
para dejar que solamente
lo hablen ellos.


Partes difusas

5

Me gustan:
tus manos cavernícolas,
tus témpanos morosos,
tus placebos adictivos,
tus reformas urgentes,
tus ópalos asfixiantes,
tus letras de osmio,
el por casi de tus ojos,
los remiendos de pestañas,
las castañas desdoradas,
las maniáticas criptonitas,
tanto como los marlos fríos,
los altillos recalentados
o las pezuñas frágiles de grillo,

y flaquean todas las mías,
las cosas mías que no son
más que simples cosas,
manos,
témpanos,
placebos,
reformas,
ópalos,
letras,
nunca nada.


7
Ustedes lo vieron, pueden decir que lo vieron.
Salir entre cruces viales y bocacalles con sus ojos
sin puntería. Pueden decir que lo vieron. Y sí, que agotó,
por fin, sus festivales y todas sus citas podridas.
A los cuatros vientos, convidar la almendra y la risa,
al sonar de acordeones y escopetas y monedas
contra el piso, lo vieron. Y pueden decirlo. Sí, lo vieron.
Ustedes leyeron esos versos malos en el cielo sucio
de los caídos y de los que no tienen más remedio que decir.
Humedecer el dedo y dormir, lo vieron, como duerme un perro
al pie de un árbol. Y miraron la noche y la noche
se llevó con ella lo que no se ve. Y no soportaron
el menor abrazo. No, no pudieron. Ni la mentira
más ingenua, ni la más dócil convalecencia.
No llegaron a esconderse, creyeron que nunca
los buscarían.


8
Alguien pensó nada, algo,
de ningún modo. Alguien dijo
todos o ninguno,
por nadie. Quiénes oyeron
nunca, la menor cantidad
de cosas. Ninguno quiso
predecir o reconocer,
cuántos lavaron sus manos,
besaron sus frentes,
lamieron sus pies,
siempre.

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